lunes, 17 de agosto de 2009

LOS DEMONIOS Y EL ABISMO

Lc 11. 24 - 26 (Cf. Mt 12. 43 - 45)

24Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice: Volveré a mi casa de donde salí. 25Y cuando llega, la halla barrida y adornada. 26Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él; y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero.”

Ø La parábola del regreso del espíritu inmundo

El v. 24 parece introducir un tema completamente nuevo. Sin embargo, es más probable la teoría según la cual toda la sección, más bien extensa, que comienza con v. 14 y se extiende por lo menos hasta v. 36, y en un sentido hasta el final del capítulo, forma una unidad.

En v. 16 algunas personas están pidiendo una señal; no es sino hasta v. 29 que El Señor Jesús reflexiona sobre esta petición. Además, Lc 11. 14, 15 habla de “un demonio” y “demonios” y v. 24 similarmente de “el espíritu inmundo”. Finalmente, en un paralelo casi exacto con Mt 12. 43 - 45, en cuyo contexto aparece la expresión “generación mala” tanto en v. 39 como v. 45 (cf. Lc 11. 29).

Con esto como trasfondo llegamos a la conclusión que la esencia de Lc 11. 24 - 26 en su contexto es esto: Algunas personas -fariseos, escribas y sus seguidores- han acusado al Señor Jesús de estar aliado con Satanás, aun de ser endemoniado (Mr 3. 22; cf. Jn 7. 20; 8. 48, 52; 10. 20). El Señor ahora está afirmando que estos mismos enemigos han sido “reposeídos”, y no solamente por uno sino por ocho demonios.

En lo religioso las cosas no habían estado siempre tan malas como ahora lo estaban. Había habido un tiempo cuando la nota positiva, “convertíos”, que Juan el Bautista había hecho sonar, había logrado muchos seguidores (Mt 3. 5; Lc 3. 7). Poco después la misma admonición procedente de los labios del Señor (Mt 4. 17), junto con sus otras enseñanzas muy positivas, había sido recibida con entusiasmo (Jn 3. 26). Puede haber parecido por un tiempo que un demonio había sido expulsado del Israel de ese tiempo. Pero bajo la influencia de los escribas y fariseos, hombres envidiosos, el cuadro aun ahora estaba cambiando rápidamente. En este mismo momento estos dirigentes perversos están planeando la destrucción del Señor Jesucristo (Mt 12. 14). Y por último, el pueblo judío representado por la gente frente a la cruz gritará “¡Crucifícale, crucifícale!” (Mt 27. 20 - 23; Lc 23. 21, 23). Lo harán estimulados por sus líderes (Jn 19. 6, 15, 16). Un demonio ha sido reemplazado por ocho.

Entendida bajo esta luz, la ilustración usada por El Señor Jesús es clara. Se ve que la conexión es muy estrecha.

24, 25. Ahora bien, cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, vaga por lugares áridos buscando reposo; y al no hallarlo dice: Volveré a la casa que dejé. Va y la encuentra barrida limpia y arreglada.

Surgen preguntas; por ejemplo: “¿Por qué se describe a este espíritu inmundo como vagando por ‘lugares áridos’?”

Posible respuesta: Si estamos acostumbrados a asociar a los ángeles buenos con lugares donde prevalecen el orden la hermosura y la plenitud de vida, ¿no parece natural relacionar los ángeles malos con regiones donde imperan el desorden, la desolación y la muerte?

Y, ¿qué de la casa que queda vacía (“barrida, limpia y arreglada”)?

Posible respuesta: Ese tipo de condición podría bien describir a Israel durante los días del ministerio activo de Juan el Bautista y poco después. Mucha gente parece haber tenido miedo de “el hacha ya puesta a la raíz del árbol”. Se alarmaron lo suficiente como para aceptar al bautismo, y hasta quizás estuvieron dispuestos a dejar de cometer algunos de sus pecados más groseros. Pero la innocuidad no es lo mismo que la santidad. Una casa vacía no es un hogar cálido y acogedor. Desistir de hacer el mal difiere por muchísimo de ser una bendición.

Lo que El Señor requiere es la completa devoción del corazón, de manera que rinda una espontánea acción de gracias a Dios y que por amor a Él sea una bendición al prójimo. Se requiere nada menos que esto. La higuera que produce solamente hojas es maldita aunque no produzca fruto malo (Mt 21. 19). El hombre que enterró su “talento” (Lc 19. 22, 23) fue rechazado. Los que durante la vida presente no han hecho nada en favor de los hambrientos, sedientos, etc., jamás entran en los salones de la gloria (Mt 25. 41 - 46). Cf. Stg 4. 6.

Por esta mismísima razón era inevitable una colisión entre El Señor y sus críticos. La bondad comenzó a chocar con la frialdad; la tolerancia con el exclusivismo; la generosidad (amor) con el egoísmo. Además, los escribas y los fariseos tenían sus muchos discípulos. Según lo veían sus enemigos, eso empeoraba el asunto. Entonces más lo odiaban. La situación de ellos llegó a ser la descrita en la parábola: el individuo que una vez estuvo poseído ahora vuelve a ser poseído.

26. Entonces va y trae otros siete espíritus más malos que él mismo, y ellos vienen y viven allí. Y la condición final de esa persona viene a ser peor que la anterior.

¿Parecen quizás demasiado duras estas palabras? En realidad no lo son. Revelan la verdad. Además, ¿no notamos un llamado a la conversión? Véanse pasajes en este capítulo tales como vv. 9 - 13, 20, 23, 28, 32, 41, 42, y la advertencia implícita en este mismo versículo (26 b).

Ø ¿Debemos entonces expulsar los demonios al abismo?

La Biblia, Editorial Caribe, en su comentario a la actitud de nuestro Señor de dejar que los demonios que poseían al endemoniado de Gadara pasaran a los cerdos, en su nota a pié de página de Lc 8. 33, formula la siguiente pregunta:

¿Por qué Jesús no destruyó estos demonios ni los envió al abismo? Porque el tiempo de ellos no había llegado. Jesús libera a muchas personas de la obra destructiva de la posesión demoníaca, pero aún no ha destruido a los demonios. La misma pregunta puede plantearse hoy: ¿Por qué Jesús no destruye ni detiene el pecado del mundo? El tiempo para esto aún no ha llegado. Pero llegará. El libro de Apocalipsis anuncia la victoria futura de Jesús sobre Satanás, sus demonios y toda su maldad.

Añado comentario de Guillermo Hendriksen sobre Lc 8. 31ss:

31. Y rogaban a Jesús repetidas veces que no les ordenara irse al abismo.

Aquí está amplificada la angustiada petición del v. 28 b: “¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes”. Véase también Mt 8. 29: “¿Has venido a torturarnos antes del tiempo señalado?” El mundo de los demonios comprende que en el día del juicio final cesará para siempre su relativa libertad de vagar por la tierra y el cielo y que en ese tiempo está determinado que comience su castigo final y más terrible. Saben que ahora están cara a cara ante Aquel a quien se ha encomendado el juicio final. Tienen miedo que ya ahora, antes del tiempo señalado, El Señor Jesús pueda lanzarlos al “abismo” o “mazmorra”, esto es, al infierno, el lugar donde está guardado Satanás. Pero si no serán echados al abismo, ¿entonces qué? La respuesta se da en los versículos

32, 33. Ahora bien, había allí una manada de muchos cerdos paciendo allí en la ladera. Entonces los demonios le rogaron que los dejara entrar en ellos; y él les dio permiso. Cuando los demonios salieron del hombre entraron en los cerdos. Y la manada se precipitó por el despeñadero al lago y se ahogó.

En el vecindario, en la ladera, estaba paciendo un hato de cerdos -unos dos mil (Mr 5. 13)-. Entonces los demonios piden permiso para entrar en los cerdos. El Señor Jesús se lo concede. No debe perderse de vista el hecho que sin este permiso, los demonios no hubieran podido cumplir sus planes. El evangelista deja impreso en la mente de los lectores el hecho que todo, aun la esfera de los demonios, está completamente bajo el control del Señor Jesucristo.

El Señor les concedió su deseo. ¿Diremos que cerdos -en conformidad con la ley (Lv 11. 7; Dt 14. 8), inmundos- eran el lugar adecuado para los espíritus inmundos? Sea como fuere, los demonios ahora sueltan el dominio opresivo que ejercían sobre el hombre y entran en los cerdos. Resultado: todos los cerdos se precipitan desordenadamente despeñadero abajo al lago y se ahogan.

Dos preguntas exigen consideración. Primero, “¿Qué justificación ética había para que El Señor permitiera que esto ocurriera con los animales?” ¿No es Ro 9. 20 la verdadera respuesta: “¿Quién eres tú oh hombre, para que alterques con Dios?” Cf. Dn 4. 35.

La misma respuesta también vale para la segunda pregunta, a saber: “¿Era correcto que El Señor Jesús privara a sus propietarios de una proporción tan elevada de sus posesiones materiales?” Sin embargo, aparte de apelar a la soberanía divina, también se debe señalar que al permitir esta pérdida, El Señor Jesús estaba realmente ayudando a estos propietarios; esto es, los estaba ayudando si ellos estaban dispuestos a aceptar de corazón la lección. Estos propietarios -y en general la gente de esta región- eran egoístas. En su escala de valores la adquisición, conservación y multiplicación de las posesiones materiales -como los cerdos- ocupaban un lugar más importante que la liberación, la restauración de la salud y la libertad de un hombre oprimido, infeliz, indeseado y del cual no se había tenido preocupación; sí, esclavizado, desdichado, odiado y abandonado. Por eso ellos necesitaban esta lección.

Prs. Luis C. Ribón V. - Georgina C. de Ribón

LA PARÁBOLA DEL HOMBRE OSTENTOSO

El rico y Lázaro

Lc 16. 19 - 31

19Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. 20Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, 21y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. 22Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. 23Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. 24Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. 25Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. 26Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. 27Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, 28porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. 29Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. 30El entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. 31Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.

Primero unas pocas observaciones introductorias. ¿Hay alguna conexión entre 16. 1 - 18 y esta parábola? Al principio parecería que no la hay. Sin embargo, un examen cuidadoso revela que por cierto hay una conexión y que ésta es más bien estrecha. Como se ha señalado, capítulo 15 denuncia la actitud incorrecta hacia la gente; capítulo 16 comienza mostrándonos el uso pecaminoso de las posesiones materiales. La parábola que se encuentra en 16. 19 - 31 es una especie de clímax, una combinación de estas dos cosas. Describe el terrible resultado del manejo pecaminoso de la gente y de las riquezas. El “hombre rico” de esta parábola se olvidó completamente de hacerse amigos para sí por medio del “mammón de injusticia” (16. 9). Era el tipo de persona que debido a su riqueza debe haber estado “en alta estima” con los hombres, pero debido a su egoísmo era “repugnante ante los ojos de Dios” (16. 15). Además, era justamente lo opuesto al samaritano que se preocupó (10. 30 -37).

La sección (16. 19 - 31) se puede dividir convenientemente en dos partes muy desiguales: En la primera parte (16. 19 - 22), se nos muestra al “rico” y al “pobre mendigo” en esta vida; en la segunda (16. 23 - 31), los vemos nuevamente, pero ahora en la vida futura.

A. En esta vida

16. 19. Había una vez un hombre rico que tenía la costumbre de vestirse de púrpura y lino fino y vivir con brillante esplendor día tras día.

Fue rico. Bueno, también lo fue Abraham y lo fue José de Arimatea. En ninguna parte la Biblia los culpa por el hecho de ser ricos. Pero con referencia a Abraham y José, no leemos lo que se dice en la descripción del rico en esta parábola, a saber que tenía la costumbre de vestirse de purpura y lino fino. Obtener la tintura púrpura de un molusco era un proceso muy costoso. Por tanto, no es sorprendente que una túnica de purpura, como la del rico de esta parábola, con frecuencia fuera reservada para la realeza. Piénsese en la expresión púrpura real. Además de sus túnicas de púrpura, este hombre usaba ropas interiores de lino fino. Añádase a esto el hecho de que vivía día tras día con brillante esplendor, y se hace muy claro que lo enfatizado aquí no es tanto el que fuera rico, sino algo más.

No era rico solamente. Pertenecía a la clase de gente a la cual se aplica frecuentemente el epíteto “podrido en dinero” y no sin razón. El hecho de vivir día tras día en brillante esplendor lo señala como un ostentoso, un pavo real que le gusta pavonearse. Quería que todos supieran que era rico. Estaba enamorado... de sí mismo. Al seguir leyendo la parábola quedará muy claro que era completamente egoísta:

20, 21. Y cierto mendigo llamado Lázaro, cubierto de llagas, había sido echado a su puerta. El deseaba que el diesen las migajas que caían de la mesa del rico. Sí, aun los perros venían y le lamían las llagas.

Aquí está la prueba, la oportunidad para que el ostentoso opulento muestre si, después de todo, tiene un corazón. Un hombre muy, muy pobre, uno que lo necesita todo, está echado a la entrada (Cf Mt 26. 71; Hch 10. 17) de la mansión del rico, habiendo sido llevado hasta allí, lo cual evidentemente indica que no podía caminar.

Era un mendigo y su nombre era Lázaro (Cf. Jn 11. 2). Este nombre es latino y deriva del griego Lázaros (de Eleazaros), que por su parte, reproduce el nombre hebreo Eleazar, que significa “Dios ha ayudado”. Hay diferencias de opinión con respecto a la pregunta de si este nombre le fue dado sencillamente porque a medida que la historia se desarrolla (véase especialmente 16. 24), este hombre necesitaba un nombre, o si El Señor Jesús intencionadamente le dio este nombre con el fin de indicar que el mendigo en todas sus angustias ponía su confianza en Dios. ¿No podrían ambas cosas ser ciertas?

Lázaro no solamente era un mendigo, completamente incapaz de abastecer para sus propias necesidades, también estaba cubierto de llagas.

Aquí entonces había una oportunidad para que el rico petimetre mostrase misericordia, porque cuandoquiera que entrara o saliera por la puerta, no podía dejar de ver a Lázaro. Además, el mendigo deseaba comer las migajas que caían de la mesa del hombre rico. La parábola no dice que hubiera recibido estas migajas. ¿No deja la impresión esta omisión que debe haber recibido muy poco? Una cosa es cierta: el rico exhibicionista no prestaba atención al mendigo, ni lo ayudaba en forma alguna, sino vivía solamente para sí.

Lo que debe de haber hecho mucho peor la condición del pobre era que perros parias, inmundos y pestilentes tenían la costumbre de venir a él y lamerle las llagas.

22. Con el paso del tiempo murió el mendigo y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El hombre rico también murió y fue sepultado.

Por fin terminó la miseria del mendigo. Murió. Ni siquiera se menciona si fue sepultado. Si hubo un verdadero funeral, tiene que haber sido tan oscuro y triste que es mejor pasarlo en silencio. Por otra parte, lo que ocurrió al alma de Lázaro es de suma importancia. El -porque el alma del hombre o su espíritu es la verdadera persona- fue llevado por los ángeles al seno de Abraham.

Dos expresiones aquí merecen atención especial:

Ø En primer lugar los ángeles. Según la escritura,

Los ángeles son:

ü Asistentes de Cristo (2 Ts 1. 7), su gran jefe (Ef 1. 21, 22; Col 2. 10) Portadores de buenas nuevas respecto a nuestra salvación (véase sobre Lc 2. 14; 24. 4 - 7; Hch 1. 11; 1 Ti 3. 16).

ü Participantes del coro celestial (Lc 15. 10; 1 Co 13. 1; Ap 5.11, 12).

ü Defensores de los hijos de Dios (Sal 34. 7; 91. 11; Dn 6. 22; 10. 10, 13. 20; Mt 18. 10; Hch 5. 19; 2 Ts 1. 7 - 10; Ap 12. 7), aunque éstos tienen un rango más alto y los juzgarán (1 Co 6. 3; He 1. 14).

ü Ejemplos de obediencia (Mt 6. 10; 1 Co 11. 10).

ü Amigos de los redimidos, constantemente cuidándolos, profundamente interesados en su salvación y rindiéndoles servicio en todas formas, incluyendo la ejecución del juicio de Dios contra el enemigo (Mt 13. 41; 25. 31, 32; Lc 15. 10; 16. 22; 1 Co 4. 9; Gl 3. 19; 2 Ts 1. 7; He 1. 14; 1 P 1. 12; Ap 20. 1 - 3).

Ø En segundo lugar, el seno de Abraham.

El hecho de que Lázaro fuera llevado por los ángeles al seno de Abraham ciertamente demuestra que había hecho honor a su nombre. Mientras estaba en la tierra había puesto su confianza en Dios como su ayudador, y ahora Dios había ordenado a los ángeles llevar su alma al paraíso. El que había anhelado recibir las migajas y sobras ahora está reclinado a la mesa celestial, donde se celebra un banquete. Además, reclinarse en el seno de Abraham, del mismo modo que el apóstol Juan iba a reclinarse en el seno del Señor Jesús, indica el favor especial, como se ha mostrado en relación con Lc 14. 7; véase sobre ese versículo Véase también Jn 1. 18. En relación con esto no debiéramos olvidar que Abraham es considerado en la Escritura no solamente como el gran patriarca (He 7. 4) sino también como el padre de todos los creyentes (Ro 4. 11).

El rico también murió y fue sepultado. Debe haber sido un funeral espléndido Nótese el contraste significativo: nada se dice acerca de la sepultura del mendigo; por otra parte, aquí nada se dice acerca del alma del rico, qué le ocurrió en el momento de su muerte.

B. En la vida futura.

23, 24. Y en el Hades, estando en tormentos, levantó los ojos. Ve a Abraham a lo lejos, y a Lázaro a su lado. Y habló a gritos y dijo: Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y me refresque la lengua, porque estoy en agonía en esta llama.

Se destacan algunos puntos:

a. El rico ostentoso se describe estando en el Hades. El punto de vista popular, según el cual la palabra Hades en todo el Nuevo Testamento es la morada de todos los muertos, creyentes e incrédulos es ciertamente incorrecto. En lo que respecta a los Evangelios lo siguiente es verdad:

En esta parábola, el Hades es claramente el lugar de tormentos y de llama. Es el infierno. De modo que infierno podría ser la traducción correcta de Hades en Mt 11. 23 y en Lc 10. 15, porque allí Hades se contrasta agudamente con el cielo y probablemente debe entenderse en el sentido figurado de completa ruina. En Mt 16. 18, el pensamiento bien podría ser que ni siquiera todos los demonios saliendo por las puertas del infierno podrán destruir la verdadera iglesia de Cristo.

b. La condición de los muertos y la comunicación entre ellos se representa en términos muy literales, terrenales, de modo que se crea una impresión muy vívida. Sin embargo, debe quedar claro que mucho de lo que aquí se dice no se puede interpretar literalmente. Por ejemplo, leemos acerca de levantar los ojos, ver la gente a lo lejos, de un dedo y una lengua, aun cuando se nos ha dicho que el rico había sido sepultado.

Sin embargo, esto no quita el hecho de que aquí se han presentado algunas verdades definidas acerca de la vida futura, una de las cuales es que los que han partido no están durmiendo sino plenamente despiertos; otra, que algunos se salvan y otros están sufriendo.

c. Si se entiende todo esto, habrá quedado claro que la gran verdad aquí enfatizada es que una vez que una persona ha muerto, siendo su alma separada de su cuerpo, su condición sea bienaventurada o condenada, queda fija para siempre. No hay tal cosa como una “segunda” oportunidad. Por lo tanto, las oportunidades para ayudar a los que están en necesidad, y, en general, de vivir una vida fructífera para la gloria de Dios deben ser aprovechadas ahora.

Estas observaciones preliminares debieran ponernos en guardia contra la interpretación literal de aquello que no debe ser interpretado así.

Teniendo todo esto presente, nótese que el hombre rico de la parábola aquí se presenta como estando en tormentos, una condición de la que no puede ser aliviado por el hecho de ver a la distancia a Abraham y a Lázaro a su lado. Con mucho respeto ahora se dirige al antiguo patriarca como “padre Abraham”, y le pide que se apiade de él. El rico mismo jamás había mostrado tal piedad cuando tuvo la oportunidad de demostrarla. Pide que Abraham envíe a Lázaro, para que éste, habiendo mojado la punta de su dedo en agua, le refresque la lengua del sufriente. “Estoy en agonía en esta llama”, dice.

Nótese la palabra llama. A través de la Escritura se dice que el infierno es un lugar de llamas o de fuego (Is 33. 14; 66. 24; Mt 3. 12; 5. 22; 13. 40, 42, 50; 18. 8, 9; 25. 41; Mr 9. 43 - 48; Lc 3. 17; Jud 7; Ap 14. 10; 19. 20; 20. 10, 14, 15; 21. 8). Este fuego no se puede apagar. Devora para siempre jamás.

Sin embargo, el infierno es también la morada de las tinieblas. Para algunos es el lugar de las “tinieblas de afuera” (Mt 8. 12; 22. 13; 25. 30). Es la región donde los malos espíritus están en “cadenas eternas bajo oscuridad” (Jud 6; cf. Jud 13).

Pero si el infierno es un lugar de fuego, ¿cómo puede ser también un lugar de tinieblas? ¿No son estos dos conceptos mutuamente exclusivos? Bueno, no siempre necesariamente, por ejemplo por medio de una cierta forma de radiación la gente ha sido quemada aun cuando estaba en una pieza oscura. No obstante, es aconsejable no especular. El fuego eterno ha sido preparado “para el diablo y sus ángeles”. Sin embargo, ellos son espíritus. Debe ser suficiente concluir de todo esto que palabras tales como fuego y tinieblas no deben ser tomadas en forma demasiado literal. Cada una en su propia forma indica los horrores de los perdidos en el lugar desde el cual no hay regreso.

Nótese que el carácter del rico no ha cambiado en lo más mínimo. ¡El todavía considera a Lázaro como su sirviente, y no tiene vergüenza de pedir un favor de la persona misma que nunca recibió un favor de su parte! Además, espera que Abraham envíe a Lázaro, aun cuando él, el ostentoso, nunca trató durante su vida en la tierra de imitar la fe de Abraham.

25, 26. Pero Abraham respondió: Hijo, recuerda que durante tu vida recibiste plenamente todas tus cosas buenas, y asimismo Lázaro (recibió) las cosas malas. Ahora él está siendo consolado aquí y tú estás en agonía y además de todo esto, entre nosotros y tú se ha fijado un gran abismo, para que los que quieran pasar de este lado a vosotros no puedan hacerlo y los que quieran pasar desde allá a nosotros (tampoco) puedan.

Abraham responde de un modo amistoso, y hasta lo llama “hijo” porque el hombre rico lo ha llamado padre a él. ¿Además, no era el sufriente un hijo de Abraham biológicamente hablando?

En su respuesta Abraham quiere indicar que por dos razones la petición no puede concederse: Concederla sería (a) impropio e (b) imposible.

Sería impropio, contrario a los requerimientos de la justicia; “durante tu vida recibiste... tus cosas buenas; es decir, las cosas que tú considerabas buenas, a saber, vistiéndote en púrpura y lino fino y viviendo en brillante esplendor día tras día. Aquellas cosas estaban en primer lugar en tu lista de prioridades”. Está implícito: ayudar al pobre Lázaro y, en general vivir una vida útil al prójimo y para la gloria de Dios no era de ningún modo tu objetivo. Ahora, por tanto, tú recibes lo que te corresponde. Por otra parte, Lázaro recibió las cosas malas, no sus cosas malas. Él no las provocó. (Por el contrario, le hizo honor a su nombre.) Ahora él está siendo consolado y así, nuevamente es como corresponde.

También sería imposible. Abraham dice al hombre condenado que hay un inmenso abismo, una garganta profunda -figura típicamente palestina, porque el país donde se presentó esta parábola tiene muchos de estos desfiladeros- que separa a los perdidos de los redimidos. Cruzar de un lado a otro es, por lo tanto, absoluta y eternamente imposible. Esta es una representación simbólica muy gráfica e inolvidable de la irreversibilidad de la suerte de una persona después de su muerte. El abismo tenía el propósito de hacer imposible el paso de un lado al otro.

27, 28. El respondió: Entonces te ruego, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, no sea que vengan ellos también a este lugar de tormentos.

Aquí, por primera vez en esta parábola, el hombre que antes fue rico revela aquí un poco de compasión. Pero aun este interés en otros podría haber estado mezclado con el interés propio. Quiere que se advierta a sus cinco hermanos para que ellos puedan quedarse fuera del infierno. La interpretación más favorable que uno puede dar a esta petición es que provenía del amor sus hermanos. Otras posibilidades que se han sugerido de parte de los expositores son: (a) está tratando de decir: “Si yo mismo hubiera recibido una advertencia, no estaría aquí hoy día”, y (b) no quiere que sus hermanos se unan a él por temor que ellos lo culpen por el mal ejemplo que les dio.

Como quiera que sea, nótese que aun ahora no está pidiendo algo en favor de la gente en general, sino solamente por sus cinco hermanos. ¡Y aun ahora él parece no poder quitarse la idea que Lázaro es su siervo!

29. Pero Abraham dijo: Ellos tienen a Moisés y a los profetas; que escuchen a ellos.

Este pasaje no siempre recibe la atención que merece. ¿Por qué lo insertó El Señor Jesús en la parábola? La razón obvia es que si el hombre condenado mismo hubiera solamente leído y recibido de corazón a Moisés y a los profetas, y si sus hermanos solamente hicieran lo mismo, no se perderían. ¿Por que no? ¿Cuál es el punto de esto? ¿No es este, que es precisamente en los libros de Moisés y en los escritos de Isaías, etc., que se elogia la vida que es exactamente lo contrario a la que había estado viviendo el hombre rico? Constantemente se está exhortando a la confianza en Dios, a la negación de uno mismo en favor de otros, a la bondad, a la ayuda a los necesitados, las viudas y los huérfanos, los humildes, etc. Para dar sólo unos pocos ejemplos:

Moisés: Gn 50. 21; Ex 2. 17; 22. 22, 25; 32. 32; Lv 19. 10; 25. 25 - 47; Dt 10. 18; 14. 29; 15. 4; 16. 11, 14; etc.

Los Profetas: Is 14. 32; 25. 4; 29. 19; 57. 15; Dn 4. 27; Am 2. 6, 7 4. 1; 5. 11, 12; Jon 4. 11; Miq 6. 8; Sof 3. 12; Zac 710, 11.

Además, tanto Moisés (Dt 18. 15, 18) como los profetas (Is 42. 3; cap. 53), ¿no señalan hacia adelante a aquel que se daría a sí mismo en rescate por muchos?

30. No, padre Abraham, contestó él, pero si alguien de los muertos va a ellos, ellos se convertirán.

¡Qué equivocado estaba! Realmente apareció alguien de entre los muertos al pueblo. Y su nombre era Lázaro (aunque no el Lázaro de la parábola). La historia se encuentra en Juan 11. ¿Resultó esto en que todos se convirtieran? De ningún modo. El resultado fue que los enemigos de Cristo planeaban dar muerte al Lázaro que había resucitado (Jn 12. 10), y estaban más decididos que antes a destruir al Señor Jesús (Jn 11. 47 - 50).

31. El le dijo: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán aun si alguien se levanta de entre los muertos.

El Señor Jesús resucitó de entre los muertos. Pero los que no quisieron creer a Moisés y a los profetas no se convencieron, y ciertamente no se convirtieron. Léase Mt 28. 11 - 15. La lección importante es esta: Acepta la Escritura como la Palabra de Dios y, por la gracia de Dios, vive la clase de vida que exige y que en la persona de Cristo ilustra. Cf. Ef 4. 32 - 5. 2.

De esta parábola hay que aprender una gran lección: ningún pecado, sea de omisión o de comisión, va solo: la cuerda que uno toca aquí, vibra allí. Discas un número en Nueva York, el teléfono suena en San Francisco.

Prs. Luis C. Ribón V. - Georgina C. de Ribón

GENEALOGÍA DE ANTÍPATER



ANTÍPATER. Un idumeo (Flavio Josefo, "Guerras", I, VI, 2). Los idumeos fueron conquistados por Juan Hircano cerca del fin del siglo II a. C., y obligados a vivir como judíos, para ser considerados como tales (F. Josefo, "Antigüedades Judaicas", XIII, IX, 4). Sin embargo, Antígono llama a Herodes "medio judío" (Cfr. Ibíd., XIV, XV, 2, y la nota en Whiston), mientras que los judíos, cuando así convenía a sus intereses, hablaban de Herodes su rey como de "judío por nacimiento" (Ibíd. XX, VIII,7). Antípatro, el padre de Herodes, había colaborado con César a quien hizo importantes servicios en la guerra de Egipto le concedió el derecho de vecindad de Roma y el gobierno de Judea. Fue envenenado en el año 49 a.C. por un judío amigo suyo, el cual llegó a sospechar que Antípatro quería hacerse rey. Herodes el grande su hijo, edificó en honor suyo la ciudad de Antipatrida.

HERODES (gr. “descendiente de héroe”). Nombre de varios príncipes de una dinastía que ejerció el poder en Palestina durante la época del Nuevo Testamento. Los Herodes eran oriundos de Idumea y practicaban la religión judía pero siempre permanecieron en estrecha dependencia de los romanos. Mandaban a educar sus hijos en Roma. Construyeron ciudades nuevas al estilo romano - helenista y les pusieron nombres en honor de sus protectores, los emperadores romanos (Cesarea, Sebaste, Tiberias, etc.).

2. Herodes el Grande. Fundador de la última dinastía judía y rey de Judea del 37 al 4. a.C. Era descendiente de una rica familia, de padre, idumeo[1] y de madre Árabe. En 47 a.C., a los 25 años de edad, fue nombrado gobernador de Galilea, por su padre Antípater quien, con el favor de Julio César, había sido nombrado procurador de Judea. En el año 40 a.C., Herodes consiguió, por medio de Antonio y Octaviano, que el senado romano lo nombrara rey de Judea, pero tuvo que conquistar su reino peleando tres años contra el último rey de la dinastía asmonea, Antígono. Ayudado por el ejército romano, tomó a Jerusalén e hizo ejecutar a su rival vencido (37 a.C.).

Herodes se esforzó por afianzar su autoridad en Judea (Lc 1. 5) y por extender su dominio a nuevos territorios por medio de su alianza con Roma. Actuó con astucia y resolución, y supo ganarse y conservar el favor de quien mandaba en Roma. Después de la derrota de su protector Antonio en Accio (30 a.C.), se puso al lado del vencedor, Octavio Augusto. Este no sólo lo confirmó en el reino, sino que paulatinamente le otorgó nuevas posesiones. Finalmente, el reino de Herodes llegó a abarcar casi toda Palestina (Idumea, Judea, Samaria, Galilea, Perea y grandes territorios al noreste del Jordán). En el imperio romano, tenía el rango de “monarca aliado”. No dependía del gobernador de la provincia de Siria, sino directamente del emperador. Tenía la obligación de defender las fronteras del imperio contra las incursiones de los árabes. En la administración interna era independiente.

Tradicionalmente, Herodes ha venido a ser el prototipo del tirano sanguinario. La matanza de los niños de Belén (Mt 2. 13 - 18), no mencionada en los documentos profanos, contribuyó a forjar esa imagen. Hoy en día los historiadores tienden a hacer un juicio más positivo sobre la persona y obra de Herodes. Éste sin duda fue un hombre de una gran capacidad política.

Después de un largo período de luchas intestinas, Herodes permitió que su pueblo disfrutara, por más de 30 años, de la paz que Augusto difundió por todo el mundo romano. Bajo su gobierno, el Estado judío llegó a ocupar una posición fuerte, reconocida por los romanos y respetada por sus vecinos. Además de incrementar el desarrollo de la agricultura y el comercio, se lanzó a una política extensa de construcciones que cambió el aspecto del país.

En Jerusalén Herodes edificó la Fortaleza de Antonia, un palacio real, un hipódromo, un teatro y un anfiteatro. En el 20 a.C. emprendió la reconstrucción del Templo, en el cual trató de conservar la estructura salomónica. Fundó y transformó varias ciudades, siguiendo su inclinación por la civilización helenística - romana. Sebaste (Gr. Augustus, la antigua Samaria) y Cesarea, un nuevo puerto en el Mediterráneo, fueron dos de sus creaciones urbanísticas, en honor de Augusto. Además, edificó y fortificó varias plazas fuertes, particularmente en la región del mar Muerto. A la manera de los poderosos reyes helenos, llenó de regalos y de construcciones ciudades fuera de su reino.

Para realizar tantas obras, Herodes el Grande tuvo que disponer de una enorme cantidad de dinero y mano de obra en un país pequeño y agotado por las guerras internas. De ahí los pesados tributos y el yugo implacable que impuso a su reino. Exterminó con una crueldad inaudita a todos sus enemigos, reales o supuestos, empezando con los de su propia familia. Hizo dar muerte sucesivamente a los descendientes de la dinastía asmonea que hubieran podido reivindicar el trono, entre ellos Mariamna II, su segunda esposa, Alejandra, su suegra, y Alejandro y Aristóbulo, sus hijos. Poco antes de su propia muerte, su primogénito Antípater, hijo de Doris y quien parecía destinado a sucederle, cayó en desgracia y Herodes mandó a matarle.

Los judíos, tanto fariseos como saduceos, lo odiaban a pesar de su preocupación ostentosa por el Templo de Jerusalén. Aunque pertenecía formalmente a la religión judía, Herodes era fundamentalmente un rey pagano, más interesado en la pompa que en seguir los preceptos de la ley; al menos no tuvo interés alguno, como Antíoco Epífanes, en helenizar a la fuerza a los judíos.

Herodes era un hombre dotado de grandes capacidades físicas e intelectuales: intrépido, decidido, orador brillante, inteligente y astuto. A esas cualidades se contraponían una sed insaciable de poder y un carácter extremadamente desconfiado. A pesar de sus esfuerzos por ganarse la simpatía de sus súbditos, siempre fue para ellos un tirano impío, y un usurpador impuesto por los romanos.

Era de esperar que el reino de este Herodes no durara mucho tiempo después de su muerte (4 a.C.). El emperador Augusto, acatando el testamento, lo dividió entre sus hijos Arquelao, Herodes Antipas y Herodes Felipe II. Herodes fue padre de otros cinco hijos y dos hijas, pero éstos no cobraron importancia en la historia bíblica.

Antípater. Hijo mayor de Herodes el Grande y Doris (de origen desconocido), por lo tanto el más probable heredero del reino de su padre, sólo que este lo mandó a matar. Se registra que Antípater se había quejado ante su madre que Herodes el Grande estaba extendiendo demasiado su existencia terrenal y por lo tanto él sería viejo antes de llegar al poder. Posteriormente se tuvo testimonio según el cual Antípater había estado profundamente implicado en una conspiración para envenenar a su padre. Llamado a juicio, negó el cargo, pero fue declarado culpable. Salomé exigió a su hermano Herodes el Grande que lo hiciera ejecutar. Roma dio permiso. Todo esto ocurrió cuando Herodes el Grande se acercaba a su muerte. En medio de los problemas familiares, en sus agonías físicas y en sus torturas mentales, repentinamente Herodes el Grande trató de matarse con el cuchillo con que pelaba una manzana. Un primo alerto, al ver lo que estaba por suceder, lo evitó. El potente grito del primo, haciendo eco a través del palacio, fue mal interpretado como que Herodes el Grande había muerto. Antípater, al oír la noticia y creyendo que así era, se envalentonó y trató de sobornar al carcelero pidiéndole que lo dejara en libertad, con la promesa de grandes recompensas. El rey moribundo fue informado de esto y ordenó la inmediata ejecución de su hijo. El mandato fue cumplido. Así Herodes el Grande añadió otro hijo a la lista de los propios retoños que hizo ejecutar. Cinco días más tarde, él mismo murió.

Herodes Felipe I. Hijo de Herodes el Grande y Mariamna II, este es Herodes Felipe, llamado Felipe en Mr 6. 17 (cp. Mt 14. 3) y Herodes en Josefo. Felipe fue por un tiempo el sucesor designado de su padre, pero luego fue desheredado (a veces es llamado “Herodes sin tierra”). Se casó con Herodías, hija de su medio hermano Aristóbulo, pero luego ella lo dejó para vivir con su medio hermano, Herodes Antipas. Se retiró a la vida privada y murió en Roma.

3. Arquelao. Hijo de Herodes el Grande y de la samaritana Maltace, fue criado en Roma junto con su hermano y su medio hermano. Después de la muerte de su padre, Augusto lo nombró etnarca (título inferior al de rey, pero superior al de tetrarca). Fue semejante a su padre en sus actos de crueldad (Mt 2. 22) y en su afán de construcción; suscitó el odio de todos. En el año 6 d.C. una delegación de la aristocracia judía y samaritana lo acusó ante el emperador. Arquelao fue citado a Roma, destituido, despojado de sus bienes y desterrado a Viena, en las Galias, donde murió.

Así, gran parte del reino de Herodes el Grande perdió su autonomía, fue anexado a la provincia romana de Siria y administrado por un procurador nombrado por el emperador (6 d.C.). Una parábola del Señor Jesús parece aludir a las circunstancias en que Arquelao llegó al poder (Lc 19. 12, 14, 27). Antes de salir para Roma a obtener la ratificación imperial del testamento de su padre, Arquelao tuvo que aplastar una rebelión; dio muerte a 3.000 hombres en el Templo, durante la Pascua, y los judíos mandaron una delegación a Roma para pedir al emperador que no le otorgara la corona.

4. Herodes Antipas. También hijo de Herodes el Grande y Maltace, hermano menor de Arquelao, medio idumeo y medio samaritano. Educado en Roma, obtuvo de Augusto el gobierno de Galilea y de Perea con el título de tetrarca (Lc 3. 1, 19). Mr 6. 14 lo llama rey, siguiendo una denominación popular, pero en los Evangelios y en sus propias monedas se llama solamente Herodes. Para distinguirlo de su padre, es conocido tradicionalmente como Herodes Antipas (gr. “retrato del padre”) o II, el tetrarca. Se casó primero con una hija de Aretas IV, rey de los nabateos, pero después la repudió para convivir con su sobrina Herodías, esposa de su hermanastro Herodes Felipe I. Esto provocó una guerra con Aretas IV, en la que Herodes fue derrotado (36 d.C.).

Herodes Antipas, lo mismo que su padre, fue un gran constructor. Fortificó Séforis, su primera residencia, y fundó una nueva capital, que llamó Tiberias en honor del emperador Tiberio. En el año 39 d.C. la ambición de Herodías lo hizo ir a Roma a solicitar de Calígula el título de rey. Eso provocó su caída: su sobrino Herodes Agripa I, a quien el emperador acababa de conferir este mismo título, se valió de su posición de favorito y lo acusó de tramar una alianza secreta con los partos. Herodes fue destituido y desterrado a Lyon, en las Galias, a donde lo siguió Herodías.

El nombre de Herodes aparece en varios pasajes de los Evangelios, ya que casi la totalidad de su reinado coincidió con la vida del Señor Jesús. Era un hombre astuto (Lc 13. 32: “aquella zorra”), ambicioso (por influjo de Herodías) y amigo de la pompa. A pesar de su indiferencia religiosa, sabía dar muestras de su ortodoxia judía: peregrinaba a Jerusalén en la Pascua (Lc 23. 7), intercedía a veces ante Pilato en favor de los judíos (de ahí la enemistad inicial con éste, Lc 23. 12), no hacía figurar ninguna imagen en sus monedas. Hizo encarcelar y ejecutar a Juan el Bautista quien le reprochaba su unión ilícita con Herodías. Según los Evangelios, ésta fue la principal instigadora de la muerte de Juan (Mr 6. 14 - 29). Josefo dice que Herodes lo hizo matar porque temía que el éxito popular de Juan pudiera provocar una insurrección.

Al enterarse Herodes de la fama del Señor Jesús, su conciencia le hizo temer que Juan hubiera resucitado (Lc 9. 7 - 9). En Lc 13. 31ss., unos fariseos advierten al Señor que Herodes lo quiere matar, pero tal hostilidad no concuerda con el interés de aquél por verle (Lc 9. 9; 23. 8). Al fin pudo verlo, cuando Pilato, enterado de que El Señor era Galileo y, por tanto, estaba bajo la jurisdicción de Herodes, se lo entregó. Al no satisfacer toda la curiosidad de Herodes, éste, juntamente con sus soldados, se burló del Señor Jesús (Lc 23. 6 - 12).

5. Herodes Felipe II. Hijo de Herodes el Grande y de la quinta mujer de éste, Cleopatra de Jerusalén (no confundirla con la mucho más famosa Cleopatra de Egipto). Desde 4 a.C. hasta 34 d.C. fue tetrarca de los territorios situados al este del curso superior del Jordán y del lago de Genesaret (Gaulanitis, Traconitis, Auranitis, Batanea, Paneas e Iturea; Lc 3. 1). Josefo lo elogia como un monarca justo y moderado. Reconstruyó Paneas, a la cual llamó Cesarea (de Filipo) en honor del emperador y trató de convertir a Betsaida en ciudad con el nombre de Julias (en honor de una hija de Augusto). Al final de su vida se casó con Salomé, hija de Herodías, pero murió sin hijos (34 d.C.). Su tetrarquía quedó incorporada en la provincia de Siria y luego fue entregada por Calígula a Herodes Agripa I (37 d.C.).

Herodías. Hija de Aristóbulo, nieta de Herodes el Grande y de Mariamna I, y hermana de Herodes Agripa I[2]. Se casó primero con su tío Herodes Felipe I, de quien tuvo una hija, Salomé, y luego lo abandonó para convivir en unión ilícita con su otro tío, Herodes Antipas. Juan el Bautista fue víctima de su deseo de venganza y ejecutado por instigación suya (Mr 6. 17 - 29). Debido a su ambición indujo a Herodes Antipas a que fuera a Roma a solicitar el título de rey (39 d.C.). Cuando Herodes Antipas fue condenado al destierro, ella desdeñó la clemencia de Calígula, dispuesto a perdonar a la hermana de su amigo Herodes Agripa I, y acompañó voluntariamente a su consorte en el exilio.

6. Herodes Agripa I o el Mayor. En el Nuevo Testamento se le llama “Herodes”, pero Josefo lo conoce como “Agripa”. Fue hijo de Aristóbulo, y creció en Roma en estrecha relación con la familia imperial. Su amigo Calígula le confirió las tetrarquías de Herodes Felipe II y de Lisanias, junto con el título de rey (37 d.C.). Por sus intrigas, obtuvo la deposición de Herodes Antipas y se quedó con a tetrarquía de Galilea y Perea (39 d.C.). Finalmente, el nuevo emperador Claudio puso también bajo el dominio de este Herodes los territorios de Judea y Samaria (administrados desde 6 d.C. por procuradores romanos). Así, Agripa reconstituyó en sólo tres años un reino casi igual al de su abuelo Herodes el Grande.

Aunque era un helenista convencido, Agripa se hizo pasar por un hombre singularmente fiel a la ley judía y logró ganarse la simpatía de los judíos. Hizo importantes donativos para el templo. En el 40 d.C. trató de disuadir a Calígula de que hiciera erigir su estatua en el templo. Su persecución contra los primeros cristianos (Hch 12. 1 - 19) probablemente fuera una tentativa más de congraciarse con los fariseos y el pueblo. En un esfuerzo por debilitar su dependencia de Roma, empezó la construcción de una nueva muralla al norte de Jerusalén, la cual no pudo concluir por prohibición del emperador. Su muerte, repentina y horrorosa, en Cesarea, a los 54 años, es relatada por Lucas (Hch 12. 20ss.) y por Josefo en forma esencialmente idéntica. Ambos escritores la interpretan como un castigo divino por haber aceptado que la gente lo adorara como un dios (44 d.C.). Dejó cuatro hijos, de los cuales tres aparecen en el Nuevo Testamento: Agripa, Berenice y Drusila.

Salomé. Forma femenina de Salomón. Hija de Herodías y de su primer esposo (y tío) Herodes Felipe I. Aunque no se la nombra en los evangelios, generalmente se la identifica como la muchacha que danzó ante Herodes Antipas I, el segundo esposo y tío de su madre Herodías (Mr 6. 22; Mt 14. 6). Se casó con su tío Herodes Felipe II, el tetrarca, que era hermanastro de su padre.

7. Herodes Agripa II o el Menor. Hijo de Herodes Agripa I, nació en Roma cerca de 27 d.C. y fue educado bajo el cuidado del emperador Claudio. Era aún muy joven, cuando murió su padre y, por tanto, Claudio no permitió que asumiera el mando del reino (el cual volvió a ser una provincia romana). Al morir su tío Herodes de Calcis en el 48 d.C., recibió la tetrarquía de éste en el Líbano, y la cambió después por las tetrarquías de Felipe y de Lisanias con el título de rey. Claudio lo nombró también inspector del Templo de Jerusalén con derecho de nombrar al sumo sacerdote. Hacia el 61 Nerón le otorgó nuevos territorios en Galilea y en Perea (Tiberias, Tariquea, Julias, etc.).

Acompañado por su hermana Berenice, con quien vivía escandalosamente, Agripa II escuchó la defensa de Pablo, ante Festo, en Cesarea (Hch 25. 13 - 26. 32). Bajo su reinado se terminó el Templo de Herodes el Grande (62 - 64). Su simpatía por los romanos, atestiguada en monedas e inscripciones, se manifestó especialmente durante la guerra judía (66 - 70 d.C.). Primero, se esforzó por disuadir a los judíos de llevar a cabo una resistencia armada. Luego, al desatarse la guerra combatió al lado de los romanos. Fue herido en el sitio de Gamala y esto le valió ser recompensado por Vespasiano. Murió cerca de 93 ó 100 d.C., y su territorio fue incorporado a la provincia romana de Siria. Con él se extinguió la rama judía de la dinastía herodiana.

Lisanias[3]. Aparece en Lc 3. 1 como “tetrarca de Abilinia[4]”, cerca de 27 - 28 d.C. (Año decimoquinto del impero de Tiberio César). En Josefo (Antigüedades de los judíos) se menciona a “Ábila, que había sido la tetrarquía de Lisanias”. Su nombre aparece en una inscripción de Ábila, fechada entre 14 y 19 d.C., que registra una ofrenda hecha por un esclavo liberto de “Lisanias el tetrarca” (Corpus Inscriptionum Graecarum). No hay certidumbre en cuanto a si las monedas con la inscripción “Lisanias tetrarca y sumo sacerdote” se refieran a él o a algún Lisanias anterior, “rey de los itureos”, ejecutado por Antonio alrededor de 36 a.C. a solicitud de Cleopatra (Josefo, Antigüedades de los judíos). Dos miembros de esta familia llamados Lisanias, de diferentes generaciones, figuran en Corpus Inscriptionum.

Bibliografía:

Diccionario Editorial Caribe.

El Evangelio según San Mateo. Comentario del Nuevo Testamento. Guillermo Hendriksen. pp196 - 200.

El Evangelio según San Lucas. Comentario del Nuevo Testamento. Guillermo Hendriksen. pp146ss, 197ss.

Diccionario e - Sword - The Sword of the LORD with an electronic edge


[1] María Rosa Lida de Malkiel, en su libro “Herodes: su persona, reinado y dinastía”, Ed. Castalia, p21, dice de Herodes: “Antipas y no Antípatro, […] ‘Ese hijo de Antipas ascalonita’” y resalta a pie de página “Esta denominación muy repetida en español, no deriva de Josefo, que da a Herodes (mejor dicho, a Antípatro, su padre) como idumeo, sin más determinación; pero Eusebio, Historia eclesiástica I, 6, afirma que Ascalón fue la patria de Herodes, y de ahí cunde el dato”.

[2] Herodías por ser nieta de Mariamna I, era descendiente directa de los asmoneos, ya que esta última era hija de Alejandro.

[3] No es parte de la genealogía de Antípater. Sólo ha sido agregado con el propósito de entender la repartición que hace el Imperio Romano del reino de Herodes el Grande, una vez este muere.

[4] Abilinia. Región del Antilíbano, vinculada con la ciudad de Abila, en la ribera del Abana (moderno Barada), unos 29 km al noroeste de Damasco (sus ruinas todavía se ven en los alrededores de la aldea de Es - Suk). Abilinia perteneció al reino itureo de Tolomeo Meneo alrededor de 85 - 40 a.C.) y su hijo Lisanias I (40 - 36 a.C.); posteriormente fue separada para formar la tetrarquía de un Lisanias más joven, mencionado en Lc 3. 1. En 37 d.C. le fue dada a Herodes Agripa I por el emperador Gayo como parte de su reino, y en el 53 por Claudio a Herodes Agripa II.

Prs. Luis C. Ribón V. - Georgina C. de Ribón

domingo, 16 de agosto de 2009

EL NACIMIENTO DEL SEÑOR JESÚS


Cf. Mt 1. 18 - 25

2. 1. En aquellos días, fue promulgado un edicto por César Augusto que se levantara un censo en todo el mundo [romano].

Lc 1. 5 hace mención de Herodes, el rey; 2. 1 se refiere a Augusto, el emperador. En cierta medida, ¡qué diferentes eran el malévolo Herodes y el benévolo Augusto! Tenían en común por cierto que eran paganos y hombres de capacidad superior, pero en ello se termina la semejanza. En el tiempo del censo, mencionado aquí en Lc 2. 1, 2, aún vivía Herodes el Grande (o Herodes I). Debe de haber muerto poco tiempo después.

El censo fue decretado por el emperador. El reinado del emperador y el del rey fueron paralelos por lo menos durante veintitrés años (27 - 4 a. C.), como se muestra en el siguiente diagrama: 

*

En la realidad el papel de Octavio como gobernador único comenzó un poco antes. Ya en 29 a.C. fue declarado Emperador; en el año 27, Augusto.

Ahora, en cuanto al censo. Pero antes hay que decir algo sobre el hombre que lo decretó, el emperador Augusto. El conocer a este famoso emperador nos ayudará a entender Lc 2. 1ss.

Su nombre original era Cayo Octavio. En el período temprano de su vida (63 - 27 a.C.) se le conoce como Octavio. Como se muestra en el diagrama, fue emperador desde el 27 a.C. (o un poco antes) hasta su muerte el año 14 d.C. Véase lo que se dice de él en C.N.T. sobre Mateo, en el comentario sobre 2. 3.

Era sobrino nieto de Julio César, es decir, Atia, la madre de Octavio, era hija de Julia, hermana de Julio César: 

Julio César y su hermana Julia

 

Atia 

 Octavio

 Su tío abuelo, Julio César, tenía un gran concepto de él y lo colmó de obsequios y honores. Cuando el gran estadista y general fue asesinado (44 a.C.), Octavio supo que en su testamento se la había nombrado a él que era su sobrino nieto, como hijo y heredero de César. Entonces cambió de nombre y se llamó Cayo Julio César Octavio.

 Una hermana de Octavio se casó con Antonio, miembro del segundo triunvirato (Antonio, Octavio y Lépido). Cuando Antonio abandonó a su esposa y quedó hechizado por la embrujadora reina de Egipto, Cleopatra y cuando, además, comenzó a mostrar mucho más preocupación por sí mismo y por Cleopatra que por el bienestar de Roma, Octavio y los romanos muy comprensiblemente se volvieron en su contra. En le batalla naval de Accio (31 a.C.) Antonio fue derrotado. Poco después, él y Cleopatra se suicidaron. Octavio había vencido.

El año 27 a.C. el senado romano le confirió al antiguo Octavio -ahora Cayo Julio César- el título Augusto (“majestuoso, sublime, altamente reverenciado”). De allí en adelante fue conocido como César Augusto o Augusto César.

Su carácter es difícil de analizar. Durante su ascensión al poder, fue despiadado. Sin embargo, una vez en el poder, se suavizó. En realidad, llegó a ser un sabio administrador y famoso organizador, especialmente de sus fuerzas militares y su guardia personal. Cf. Fil 1. 13. Por haber elegido con sabiduría sus generales, ganó muchas batallas. Mostró un tacto superior al tratar a sus súbditos y permitió que aun las provincias derrotadas retuvieran una considerable medida de autonomía y participación en el gobierno local. Respetó sus costumbres, sus convicciones religiosas y aun sus leyes, mientras no interfirieran con las de Roma. Hizo que se promulgara una ordenanza que constituía en delito el adulterio. Estimuló las artes y fomentó la literatura más limpia. Fue un gran constructor. Dio al mundo un largo período de paz como hasta ese momento no se había conocido. Ha sido llamado “rey benévolo”, y aun “el padre de su pueblo”.

Después de 41 años de un reinado predominantemente exitoso, murió tranquilamente en los brazos de su esposa. Muchas de las reformas que instituyó le sobrevivieron. Por medio del censo contribuyó impensadamente al cumplimiento de la profecía de Miq 5. 2.

Al decir algunas cosas buenas de Augusto lo estamos poniendo en contraste con Herodes I (frecuentemente llamado “el Grande”) que en comparación con Augusto era peor que una bestia. De ningún modo estamos diciendo “Augusto era casi un cristiano”. ¡Lejos de ello! Que, después de todo, era un pagano, se nota claramente no sólo por la manera despiadada en que asumió el poder, sino también por varios otros hechos: aunque por un acto jurídico convirtió el adulterio en delito, como se dijo anteriormente, en su propia vida él minaba la santidad del matrimonio. Cuando su primera esposa Scribonia, no pudo darle un hijo -le había dado una hija, Julia- se divorció de ella y se casó con Livia, de quien se había enamorado locamente. Además, obligó al hijo mayor de Livia (hijo del primer matrimonio de ella), Tiberio, que más adelante fuera emperador, a que se divorciara de su esposa para casarse con Julia.

En cuanto al culto al emperador, puesto que Augusto comprendió que la impopularidad de su padre adoptivo, Julio César, se debía a su aceptación de los honores divinos, no estimuló el culto a su persona. No obstante, no solamente aceptó para sí el título de Pontifex Maimus o Sumo Sacerdote esto es, jefe de todo culto religioso, sino también insistió en la deificación del asesinado Julio César, llegando a construir un templo en su honor. Además, no se opuso a la edificación de templos a “Roma y Augusto”.

Considerándolo todo, por lo tanto, probablemente sea justificado decir esto de César Augusto: ciertamente era mejor que la mayoría de los emperadores romanos y que Herodes I. Sin embargo, estaba muy lejos de alcanzar la medida de las normas cristianas. Augusto era pagano. Sin embargo, en la inescrutable sabiduría de Dios, este pagano fue usado para el progreso del reino de Dios. Fue la Pax Romana (paz romana), a la que contribuyó liberalmente Augusto, lo que hizo posible que la religión cristiana avanzara hasta que, en un tiempo muy breve, se hubo extendido por todo el mundo mediterráneo[1].

Puesto que, como se ha indicado, Augusto era un hombre metódico y un buen administrador que había tomado nota del confuso estado de los asuntos en el reino que se había encomendado a su cuidado, ordenó que en todo el mundo habitado se hiciera un censo, esto es, en el mundo poblado hasta donde llegaba el dominio romano. El censo fue ordenado “en aquellos días”, una expresión muy indefinida, probablemente refiriéndose a los días de Herodes (1. 5).

Algo se puede decir en favor de la interpretación de que el emperador realmente no ordenó un censo sino un sistema regular de censos: un empadronamiento con miras al establecimiento de un sistema de recaudación de impuestos que se produciría en intervalos regulares.

Ya no se puede negar que se hayan realizado aquellos empadronamientos periódicos. Se han encontrado los papeles mismos que indican un empadronamiento cada catorce años; a saber, los que prueban que se tomó un censo en los años d.C. 230, 216, 202, 188, 174, 160, 146, 132, 118, 104, 90, 62, 34. Hay también referencias indirectas a censos en los años 48 y 20 d.C.[2]

A 20 d.C. le restamos 14 y esto nos lleva al año 6 d.C. como un año de censo. Josefo nos proporciona evidencia indirecta para corroborar que esta fecha es correcta, en Antigüedades XVIII. 26 (véase también XVII. 355; XVIII. 1). Afirma que el censo se llevó a cabo en el “año 37 de la derrota causada por César a Antonio en Accio”. Puesto que sabemos que esa batalla ocurrió el 2 de septiembre del año 31 a. C., nos señala el año 6 d.C. como la fecha del censo que provocó una gran inquietud entre los judíos. Véase Hch 5. 37; Josefo, Guerra judaica, VII. 253.

Cuando una vez más sustraemos 14 años, llegamos finalmente al año 8 a.C. como la fecha del primer censo. ¿Pero significa esto necesariamente que en el dominio de Herodes el censo fue completado el año 8 a.C.? Esto nos introduce al 2. 2. Este, el primer censo, fue hecho mientras Cirenio era gobernador de Siria. Es claro que el sentido es que el sistema de empadronamientos periódicos se puso en acción por primera vez cuando Cirenio era gobernador de Siria.[3]

En este punto surgen dos dificultades, las dos relacionadas con la fecha 8 a.C. La primera tiene que ver con 8 a.C. y Cirenio; la segunda con 8 a.C. y El Señor Jesús.

En cuanto a la primera dificultad, ¿no es verdad que según Josefo (Antigüedades XVIII. 1) Cirenio fue gobernador de Siria no en 8 a.C. sino en 6 d.C., cuando “llegó... para hacer una tasación”, y cuando un cierto Judas (cf. Hch 5. 37) instigó una rebelión?

Respuesta: Inscripciones descubiertas por William Ramsay muestran que Cirenio fue “gobernador” en Siria tanto antes como después del nacimiento del Señor Jesús, aunque no necesariamente en el mismo sentido cada vez. En realidad, con breves interrupciones, Cirenio tuvo el cargo de gobernador militar o comandante en jefe en Siria desde 12 a.C. hasta 16 d.C.[4]

En cuanto a la segunda dificultad, si es verdad que el censo a que se refiere Lc 2. 2, y por lo tanto, que el nacimiento de Jesús ocurrió al año 8 a. C., entonces el comienzo del ministerio de Cristo, cuando tenía unos 30 años (Lc 3. 23), debe fecharse el año 22 d.C., y la primera purificación del templo (Jn 2. 12ss) aproximadamente el año 23 d.C. Pero esto nos pone en conflicto con Jn 2. 20 según el cual esa estructura, obra comenzada el 19 a. C., había estado en proceso de edificación durante 46 años. El lapso de 46 años nos da la fecha 27 d.C. para la primera purificación del templo, y la fecha 26 d. C. para el comienzo del ministerio del Señor Jesucristo. Por eso no es irrazonable la fecha diciembre del año 5 a.C. para Su nacimiento. Pero 8 a.C. sería demasiado temprano.

Uno llega al mismo resultado procediendo a partir de la suposición válida de que con toda probabilidad el nacimiento del Señor Jesús ocurrió poco antes de la muerte de Herodes I, el 4 de abril del año 4 a.C. o antes.[5]

¿Cómo, entonces, podemos dar razón de la presunta discrepancia: el censo 8 a.C., nacimiento probablemente 5 a.C. y no antes de 6 a.C.?

Esto sigue siendo un problema, aunque no reviste gravedad. Podríamos, con mucha probabilidad, suponer que en el reino de Herodes la ejecución del decreto fue postergada. Hay algunas consideraciones que señalan en ese sentido:

Siempre, desde los sucesos relatados en 2 S 24, los judíos tenían miedo a los censos. Por sobre todo se oponían a un censo impuesto por una potencia extranjera. Esto iba a ser muy claro por lo ocurrido en año 6 d. C. -esto es, varios años después de la muerte de Herodes- en relación con el segundo censo.

Por lo tanto, es comprensible la vacilación de Herodes para llevar a cabo el decreto del emperador. Podría haber pensado que precipitarse en la realización del censo decretado iba a significarle problemas. Así que se puede suponer que Herodes obtuvo permiso del emperador para postergar la realización del censo. Se ha indicado que Augusto tomaba en cuenta los deseos de las naciones subyugadas. Por tanto, que Herodes prepare gradualmente a su pueblo para el censo. En su reino que se posponga la ejecución del decreto por un tiempo.

Sin embargo, la postergación no significa la anulación. Hombre determinado, sistemático y ordenado, Augusto aún insiste en el censo, y esto no solamente en otros lugares -por ejemplo, en Egipto, que ha dejado muchas evidencias de un censo periódico- sino también en el reino de los judíos. Mientras tanto, se estaba deteriorando la condición física, mental y especialmente moral de Herodes, de modo que se convierte en el asesino de aquellas personas que más debió amar. Una vez antes el emperador le había escrito: “Así como anteriormente te traté como amigo, ahora te trataré como a un súbdito”. Y ahora, habiendo sido informado de las insensatas y diabólicas atrocidades de Herodes -¡hasta hizo matar a sus propios hijos!- Augusto observa: “Es mejor ser el cerdo (hun) de Herodes que su hijo (huion)”.[6] En consecuencia, el emperador ahora se niega a esperar por más tiempo. De este modo el censo originalmente ordenado el año 8 a.C. finalmente se ejecuta -o se completa- más o menos el año 5 a.C.

Hay que subrayar que este intento de resolver el problema de 8 a. C. y El Señor Jesús es sólo conjetura. Una solución más sencilla podría ser que desde el principio el emperador haya dejado el momento exacto de la ejecución del decreto al arbitrio de quienes estaban inmediatamente encargados en cada lugar. O alguien podría alegar que especialmente en los dominios de Herodes la toma de un censo era algo que llevaba mucho tiempo.

Sea cual fuere la solución real, un hecho se destaca, a saber, que cada vez que ha sido posible controlar las declaraciones de Lucas, ha saltado a la luz su impecabilidad como historiador. Nada de lo que dice ha podido ser refutado.

Es bueno saber esto. Sin embargo, es más importante el hecho de que el creyente se acerca a las Escrituras con la firme convicción de que es la verdad. El cree esto sin siquiera esperar una pretendida “confirmación” de fuentes externas.

 



[1]    También se ve que Augusto se rendía culto a sí mismo en su Monumentum Ancyranum, necrología escrita por él mismo, en que relata sus logros. En su testamento, ordenó que esta necrología fuese grabada en bronce sobre dos columnas en frente de su mausoleo en Roma. La obra Cambridge Ancient History, Vol X, cap. 1 - 8 (1934), da un amplio tratamiento a la vida y los tiempos de Augusto y proporciona bibliografías. Véase también el artículo sobre Augustus en la Encyclopaedia Britannica, Chicago, Londres, etc., edición de 1969, vol. 2. pp. 758 - 761; y A. Hyma y J. F. Stach, World History, A Christian interpreration, Grand Rapids, 1942. pp. 80, 86, 87.

[2]    Véase W. M. Ramsay, Was Christ Born in Bethlehem? pp. 129, 132, 170; The Bearing of Recent Discovery, pp. 255 - 274; A. T. Robertson, Lake the Historian, p. 123.

[3]     Al poner la palabra censo (o empadronamiento) en lugar de tasación (en Lc 2. 2) se lee “Este censo fue hecho primero cuando Cirenio (o Quirinio, mejor) era gobernador de Siria”, lo cual es una buena traducción de diversas versiones castellanas. Es incorrecto: “Este fue el primer censo que se hizo mientras Cirenio era gobernador de Siria”, como si Lucas estuviera mirando hacia adelante y dijera: “De los dos censos hechos mientras Cirenio era gobernador de Siria este fue el primero; el mencionado en Hch 5. 37 fue el segundo”. La redacción del texto en el original muestra que Lucas no está mirando al futuro, sino atrás a un tiempo cuando aun no había censos. Esta es la interpretación de L.N.T. (A. y G.), p. 733.

     Otro punto de vista dudoso es aquel según el cual Lucas estaría diciendo: “Este primer censo no ocurrió sino hasta (el año 6 d.C., cuando) Quirinio era gobernador de Siria”. Aunque esto elimina la necesidad de poner dos censos bajo Cirenio, no armoniza con el contexto inmediatamente siguiente: “e iban todos para ser empadronados... José también subió a Belén... para ser empadronado con María... y mientras estaban allí, ella dio a luz”, etc. Además es difícil de ver cómo esta interpretación se puede reconciliar con la redacción del texto griego. Esa objeción también vale con respecto a la traducción de F. M. Heichelheim en An Economic Survey of Ancient Rome, editado por T. Frank, Vol. IV, Baltimore, 1938, p. 161, a saber, “Este censo fue el primero antes del realizado bajo la prefectura de Quirinio en Siria”.

[4]    F. W. Danker, op. cit., p. 23. La declaración de Tertuliano (Contra Marción, Libro IV, cap. 19) que en Judea el censo fue tomado por Sencio Saturnino tiene poco peso. Relaciona este censo con el hecho relatado en Mt 12. 46 - 50 y hasta se contradice a sí mismo, cuando en otra parte da una fecha completamente distinta para el nacimiento de Cristo. Véase The Ante - Nicene Fathers, Grand Rapids, 1951, Vol. III, p. 378, nota 3.

[5]    Véase también H.W. Hoehner, “Chronological Aspects of the Life of Christ”, Parte I: “The Date of Christ’s Birth”, BS, vol. 130, No 529 (oct. - dic. 1973), pp. 338 - 351. En la p.350, Hoehner afirma: “Satisface mejor la evidencia el final del año 5 a.C. o los comienzos del año 4 a.C.” Yo concuerdo con esto.

[6]    El juego de palabras tiene sentido especialmente si uno tiene presente que como rey de los judíos, que trataba de hacer creer a sus súbditos que él adoraba al Dios de ellos y respetaba sus leyes, no debía él comer cerdo! Los cerdos nada tenían que temer de él, ¡pero sí sus hijos!

Prs. Luis C. Ribón V. - Georgina C. de Ribón