domingo, 16 de agosto de 2009

EL NACIMIENTO DEL SEÑOR JESÚS


Cf. Mt 1. 18 - 25

2. 1. En aquellos días, fue promulgado un edicto por César Augusto que se levantara un censo en todo el mundo [romano].

Lc 1. 5 hace mención de Herodes, el rey; 2. 1 se refiere a Augusto, el emperador. En cierta medida, ¡qué diferentes eran el malévolo Herodes y el benévolo Augusto! Tenían en común por cierto que eran paganos y hombres de capacidad superior, pero en ello se termina la semejanza. En el tiempo del censo, mencionado aquí en Lc 2. 1, 2, aún vivía Herodes el Grande (o Herodes I). Debe de haber muerto poco tiempo después.

El censo fue decretado por el emperador. El reinado del emperador y el del rey fueron paralelos por lo menos durante veintitrés años (27 - 4 a. C.), como se muestra en el siguiente diagrama: 

*

En la realidad el papel de Octavio como gobernador único comenzó un poco antes. Ya en 29 a.C. fue declarado Emperador; en el año 27, Augusto.

Ahora, en cuanto al censo. Pero antes hay que decir algo sobre el hombre que lo decretó, el emperador Augusto. El conocer a este famoso emperador nos ayudará a entender Lc 2. 1ss.

Su nombre original era Cayo Octavio. En el período temprano de su vida (63 - 27 a.C.) se le conoce como Octavio. Como se muestra en el diagrama, fue emperador desde el 27 a.C. (o un poco antes) hasta su muerte el año 14 d.C. Véase lo que se dice de él en C.N.T. sobre Mateo, en el comentario sobre 2. 3.

Era sobrino nieto de Julio César, es decir, Atia, la madre de Octavio, era hija de Julia, hermana de Julio César: 

Julio César y su hermana Julia

 

Atia 

 Octavio

 Su tío abuelo, Julio César, tenía un gran concepto de él y lo colmó de obsequios y honores. Cuando el gran estadista y general fue asesinado (44 a.C.), Octavio supo que en su testamento se la había nombrado a él que era su sobrino nieto, como hijo y heredero de César. Entonces cambió de nombre y se llamó Cayo Julio César Octavio.

 Una hermana de Octavio se casó con Antonio, miembro del segundo triunvirato (Antonio, Octavio y Lépido). Cuando Antonio abandonó a su esposa y quedó hechizado por la embrujadora reina de Egipto, Cleopatra y cuando, además, comenzó a mostrar mucho más preocupación por sí mismo y por Cleopatra que por el bienestar de Roma, Octavio y los romanos muy comprensiblemente se volvieron en su contra. En le batalla naval de Accio (31 a.C.) Antonio fue derrotado. Poco después, él y Cleopatra se suicidaron. Octavio había vencido.

El año 27 a.C. el senado romano le confirió al antiguo Octavio -ahora Cayo Julio César- el título Augusto (“majestuoso, sublime, altamente reverenciado”). De allí en adelante fue conocido como César Augusto o Augusto César.

Su carácter es difícil de analizar. Durante su ascensión al poder, fue despiadado. Sin embargo, una vez en el poder, se suavizó. En realidad, llegó a ser un sabio administrador y famoso organizador, especialmente de sus fuerzas militares y su guardia personal. Cf. Fil 1. 13. Por haber elegido con sabiduría sus generales, ganó muchas batallas. Mostró un tacto superior al tratar a sus súbditos y permitió que aun las provincias derrotadas retuvieran una considerable medida de autonomía y participación en el gobierno local. Respetó sus costumbres, sus convicciones religiosas y aun sus leyes, mientras no interfirieran con las de Roma. Hizo que se promulgara una ordenanza que constituía en delito el adulterio. Estimuló las artes y fomentó la literatura más limpia. Fue un gran constructor. Dio al mundo un largo período de paz como hasta ese momento no se había conocido. Ha sido llamado “rey benévolo”, y aun “el padre de su pueblo”.

Después de 41 años de un reinado predominantemente exitoso, murió tranquilamente en los brazos de su esposa. Muchas de las reformas que instituyó le sobrevivieron. Por medio del censo contribuyó impensadamente al cumplimiento de la profecía de Miq 5. 2.

Al decir algunas cosas buenas de Augusto lo estamos poniendo en contraste con Herodes I (frecuentemente llamado “el Grande”) que en comparación con Augusto era peor que una bestia. De ningún modo estamos diciendo “Augusto era casi un cristiano”. ¡Lejos de ello! Que, después de todo, era un pagano, se nota claramente no sólo por la manera despiadada en que asumió el poder, sino también por varios otros hechos: aunque por un acto jurídico convirtió el adulterio en delito, como se dijo anteriormente, en su propia vida él minaba la santidad del matrimonio. Cuando su primera esposa Scribonia, no pudo darle un hijo -le había dado una hija, Julia- se divorció de ella y se casó con Livia, de quien se había enamorado locamente. Además, obligó al hijo mayor de Livia (hijo del primer matrimonio de ella), Tiberio, que más adelante fuera emperador, a que se divorciara de su esposa para casarse con Julia.

En cuanto al culto al emperador, puesto que Augusto comprendió que la impopularidad de su padre adoptivo, Julio César, se debía a su aceptación de los honores divinos, no estimuló el culto a su persona. No obstante, no solamente aceptó para sí el título de Pontifex Maimus o Sumo Sacerdote esto es, jefe de todo culto religioso, sino también insistió en la deificación del asesinado Julio César, llegando a construir un templo en su honor. Además, no se opuso a la edificación de templos a “Roma y Augusto”.

Considerándolo todo, por lo tanto, probablemente sea justificado decir esto de César Augusto: ciertamente era mejor que la mayoría de los emperadores romanos y que Herodes I. Sin embargo, estaba muy lejos de alcanzar la medida de las normas cristianas. Augusto era pagano. Sin embargo, en la inescrutable sabiduría de Dios, este pagano fue usado para el progreso del reino de Dios. Fue la Pax Romana (paz romana), a la que contribuyó liberalmente Augusto, lo que hizo posible que la religión cristiana avanzara hasta que, en un tiempo muy breve, se hubo extendido por todo el mundo mediterráneo[1].

Puesto que, como se ha indicado, Augusto era un hombre metódico y un buen administrador que había tomado nota del confuso estado de los asuntos en el reino que se había encomendado a su cuidado, ordenó que en todo el mundo habitado se hiciera un censo, esto es, en el mundo poblado hasta donde llegaba el dominio romano. El censo fue ordenado “en aquellos días”, una expresión muy indefinida, probablemente refiriéndose a los días de Herodes (1. 5).

Algo se puede decir en favor de la interpretación de que el emperador realmente no ordenó un censo sino un sistema regular de censos: un empadronamiento con miras al establecimiento de un sistema de recaudación de impuestos que se produciría en intervalos regulares.

Ya no se puede negar que se hayan realizado aquellos empadronamientos periódicos. Se han encontrado los papeles mismos que indican un empadronamiento cada catorce años; a saber, los que prueban que se tomó un censo en los años d.C. 230, 216, 202, 188, 174, 160, 146, 132, 118, 104, 90, 62, 34. Hay también referencias indirectas a censos en los años 48 y 20 d.C.[2]

A 20 d.C. le restamos 14 y esto nos lleva al año 6 d.C. como un año de censo. Josefo nos proporciona evidencia indirecta para corroborar que esta fecha es correcta, en Antigüedades XVIII. 26 (véase también XVII. 355; XVIII. 1). Afirma que el censo se llevó a cabo en el “año 37 de la derrota causada por César a Antonio en Accio”. Puesto que sabemos que esa batalla ocurrió el 2 de septiembre del año 31 a. C., nos señala el año 6 d.C. como la fecha del censo que provocó una gran inquietud entre los judíos. Véase Hch 5. 37; Josefo, Guerra judaica, VII. 253.

Cuando una vez más sustraemos 14 años, llegamos finalmente al año 8 a.C. como la fecha del primer censo. ¿Pero significa esto necesariamente que en el dominio de Herodes el censo fue completado el año 8 a.C.? Esto nos introduce al 2. 2. Este, el primer censo, fue hecho mientras Cirenio era gobernador de Siria. Es claro que el sentido es que el sistema de empadronamientos periódicos se puso en acción por primera vez cuando Cirenio era gobernador de Siria.[3]

En este punto surgen dos dificultades, las dos relacionadas con la fecha 8 a.C. La primera tiene que ver con 8 a.C. y Cirenio; la segunda con 8 a.C. y El Señor Jesús.

En cuanto a la primera dificultad, ¿no es verdad que según Josefo (Antigüedades XVIII. 1) Cirenio fue gobernador de Siria no en 8 a.C. sino en 6 d.C., cuando “llegó... para hacer una tasación”, y cuando un cierto Judas (cf. Hch 5. 37) instigó una rebelión?

Respuesta: Inscripciones descubiertas por William Ramsay muestran que Cirenio fue “gobernador” en Siria tanto antes como después del nacimiento del Señor Jesús, aunque no necesariamente en el mismo sentido cada vez. En realidad, con breves interrupciones, Cirenio tuvo el cargo de gobernador militar o comandante en jefe en Siria desde 12 a.C. hasta 16 d.C.[4]

En cuanto a la segunda dificultad, si es verdad que el censo a que se refiere Lc 2. 2, y por lo tanto, que el nacimiento de Jesús ocurrió al año 8 a. C., entonces el comienzo del ministerio de Cristo, cuando tenía unos 30 años (Lc 3. 23), debe fecharse el año 22 d.C., y la primera purificación del templo (Jn 2. 12ss) aproximadamente el año 23 d.C. Pero esto nos pone en conflicto con Jn 2. 20 según el cual esa estructura, obra comenzada el 19 a. C., había estado en proceso de edificación durante 46 años. El lapso de 46 años nos da la fecha 27 d.C. para la primera purificación del templo, y la fecha 26 d. C. para el comienzo del ministerio del Señor Jesucristo. Por eso no es irrazonable la fecha diciembre del año 5 a.C. para Su nacimiento. Pero 8 a.C. sería demasiado temprano.

Uno llega al mismo resultado procediendo a partir de la suposición válida de que con toda probabilidad el nacimiento del Señor Jesús ocurrió poco antes de la muerte de Herodes I, el 4 de abril del año 4 a.C. o antes.[5]

¿Cómo, entonces, podemos dar razón de la presunta discrepancia: el censo 8 a.C., nacimiento probablemente 5 a.C. y no antes de 6 a.C.?

Esto sigue siendo un problema, aunque no reviste gravedad. Podríamos, con mucha probabilidad, suponer que en el reino de Herodes la ejecución del decreto fue postergada. Hay algunas consideraciones que señalan en ese sentido:

Siempre, desde los sucesos relatados en 2 S 24, los judíos tenían miedo a los censos. Por sobre todo se oponían a un censo impuesto por una potencia extranjera. Esto iba a ser muy claro por lo ocurrido en año 6 d. C. -esto es, varios años después de la muerte de Herodes- en relación con el segundo censo.

Por lo tanto, es comprensible la vacilación de Herodes para llevar a cabo el decreto del emperador. Podría haber pensado que precipitarse en la realización del censo decretado iba a significarle problemas. Así que se puede suponer que Herodes obtuvo permiso del emperador para postergar la realización del censo. Se ha indicado que Augusto tomaba en cuenta los deseos de las naciones subyugadas. Por tanto, que Herodes prepare gradualmente a su pueblo para el censo. En su reino que se posponga la ejecución del decreto por un tiempo.

Sin embargo, la postergación no significa la anulación. Hombre determinado, sistemático y ordenado, Augusto aún insiste en el censo, y esto no solamente en otros lugares -por ejemplo, en Egipto, que ha dejado muchas evidencias de un censo periódico- sino también en el reino de los judíos. Mientras tanto, se estaba deteriorando la condición física, mental y especialmente moral de Herodes, de modo que se convierte en el asesino de aquellas personas que más debió amar. Una vez antes el emperador le había escrito: “Así como anteriormente te traté como amigo, ahora te trataré como a un súbdito”. Y ahora, habiendo sido informado de las insensatas y diabólicas atrocidades de Herodes -¡hasta hizo matar a sus propios hijos!- Augusto observa: “Es mejor ser el cerdo (hun) de Herodes que su hijo (huion)”.[6] En consecuencia, el emperador ahora se niega a esperar por más tiempo. De este modo el censo originalmente ordenado el año 8 a.C. finalmente se ejecuta -o se completa- más o menos el año 5 a.C.

Hay que subrayar que este intento de resolver el problema de 8 a. C. y El Señor Jesús es sólo conjetura. Una solución más sencilla podría ser que desde el principio el emperador haya dejado el momento exacto de la ejecución del decreto al arbitrio de quienes estaban inmediatamente encargados en cada lugar. O alguien podría alegar que especialmente en los dominios de Herodes la toma de un censo era algo que llevaba mucho tiempo.

Sea cual fuere la solución real, un hecho se destaca, a saber, que cada vez que ha sido posible controlar las declaraciones de Lucas, ha saltado a la luz su impecabilidad como historiador. Nada de lo que dice ha podido ser refutado.

Es bueno saber esto. Sin embargo, es más importante el hecho de que el creyente se acerca a las Escrituras con la firme convicción de que es la verdad. El cree esto sin siquiera esperar una pretendida “confirmación” de fuentes externas.

 



[1]    También se ve que Augusto se rendía culto a sí mismo en su Monumentum Ancyranum, necrología escrita por él mismo, en que relata sus logros. En su testamento, ordenó que esta necrología fuese grabada en bronce sobre dos columnas en frente de su mausoleo en Roma. La obra Cambridge Ancient History, Vol X, cap. 1 - 8 (1934), da un amplio tratamiento a la vida y los tiempos de Augusto y proporciona bibliografías. Véase también el artículo sobre Augustus en la Encyclopaedia Britannica, Chicago, Londres, etc., edición de 1969, vol. 2. pp. 758 - 761; y A. Hyma y J. F. Stach, World History, A Christian interpreration, Grand Rapids, 1942. pp. 80, 86, 87.

[2]    Véase W. M. Ramsay, Was Christ Born in Bethlehem? pp. 129, 132, 170; The Bearing of Recent Discovery, pp. 255 - 274; A. T. Robertson, Lake the Historian, p. 123.

[3]     Al poner la palabra censo (o empadronamiento) en lugar de tasación (en Lc 2. 2) se lee “Este censo fue hecho primero cuando Cirenio (o Quirinio, mejor) era gobernador de Siria”, lo cual es una buena traducción de diversas versiones castellanas. Es incorrecto: “Este fue el primer censo que se hizo mientras Cirenio era gobernador de Siria”, como si Lucas estuviera mirando hacia adelante y dijera: “De los dos censos hechos mientras Cirenio era gobernador de Siria este fue el primero; el mencionado en Hch 5. 37 fue el segundo”. La redacción del texto en el original muestra que Lucas no está mirando al futuro, sino atrás a un tiempo cuando aun no había censos. Esta es la interpretación de L.N.T. (A. y G.), p. 733.

     Otro punto de vista dudoso es aquel según el cual Lucas estaría diciendo: “Este primer censo no ocurrió sino hasta (el año 6 d.C., cuando) Quirinio era gobernador de Siria”. Aunque esto elimina la necesidad de poner dos censos bajo Cirenio, no armoniza con el contexto inmediatamente siguiente: “e iban todos para ser empadronados... José también subió a Belén... para ser empadronado con María... y mientras estaban allí, ella dio a luz”, etc. Además es difícil de ver cómo esta interpretación se puede reconciliar con la redacción del texto griego. Esa objeción también vale con respecto a la traducción de F. M. Heichelheim en An Economic Survey of Ancient Rome, editado por T. Frank, Vol. IV, Baltimore, 1938, p. 161, a saber, “Este censo fue el primero antes del realizado bajo la prefectura de Quirinio en Siria”.

[4]    F. W. Danker, op. cit., p. 23. La declaración de Tertuliano (Contra Marción, Libro IV, cap. 19) que en Judea el censo fue tomado por Sencio Saturnino tiene poco peso. Relaciona este censo con el hecho relatado en Mt 12. 46 - 50 y hasta se contradice a sí mismo, cuando en otra parte da una fecha completamente distinta para el nacimiento de Cristo. Véase The Ante - Nicene Fathers, Grand Rapids, 1951, Vol. III, p. 378, nota 3.

[5]    Véase también H.W. Hoehner, “Chronological Aspects of the Life of Christ”, Parte I: “The Date of Christ’s Birth”, BS, vol. 130, No 529 (oct. - dic. 1973), pp. 338 - 351. En la p.350, Hoehner afirma: “Satisface mejor la evidencia el final del año 5 a.C. o los comienzos del año 4 a.C.” Yo concuerdo con esto.

[6]    El juego de palabras tiene sentido especialmente si uno tiene presente que como rey de los judíos, que trataba de hacer creer a sus súbditos que él adoraba al Dios de ellos y respetaba sus leyes, no debía él comer cerdo! Los cerdos nada tenían que temer de él, ¡pero sí sus hijos!

Prs. Luis C. Ribón V. - Georgina C. de Ribón

1 comentario:

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