lunes, 17 de agosto de 2009

LA PARÁBOLA DEL HOMBRE OSTENTOSO

El rico y Lázaro

Lc 16. 19 - 31

19Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. 20Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, 21y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. 22Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. 23Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. 24Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. 25Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. 26Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. 27Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, 28porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. 29Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. 30El entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. 31Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.

Primero unas pocas observaciones introductorias. ¿Hay alguna conexión entre 16. 1 - 18 y esta parábola? Al principio parecería que no la hay. Sin embargo, un examen cuidadoso revela que por cierto hay una conexión y que ésta es más bien estrecha. Como se ha señalado, capítulo 15 denuncia la actitud incorrecta hacia la gente; capítulo 16 comienza mostrándonos el uso pecaminoso de las posesiones materiales. La parábola que se encuentra en 16. 19 - 31 es una especie de clímax, una combinación de estas dos cosas. Describe el terrible resultado del manejo pecaminoso de la gente y de las riquezas. El “hombre rico” de esta parábola se olvidó completamente de hacerse amigos para sí por medio del “mammón de injusticia” (16. 9). Era el tipo de persona que debido a su riqueza debe haber estado “en alta estima” con los hombres, pero debido a su egoísmo era “repugnante ante los ojos de Dios” (16. 15). Además, era justamente lo opuesto al samaritano que se preocupó (10. 30 -37).

La sección (16. 19 - 31) se puede dividir convenientemente en dos partes muy desiguales: En la primera parte (16. 19 - 22), se nos muestra al “rico” y al “pobre mendigo” en esta vida; en la segunda (16. 23 - 31), los vemos nuevamente, pero ahora en la vida futura.

A. En esta vida

16. 19. Había una vez un hombre rico que tenía la costumbre de vestirse de púrpura y lino fino y vivir con brillante esplendor día tras día.

Fue rico. Bueno, también lo fue Abraham y lo fue José de Arimatea. En ninguna parte la Biblia los culpa por el hecho de ser ricos. Pero con referencia a Abraham y José, no leemos lo que se dice en la descripción del rico en esta parábola, a saber que tenía la costumbre de vestirse de purpura y lino fino. Obtener la tintura púrpura de un molusco era un proceso muy costoso. Por tanto, no es sorprendente que una túnica de purpura, como la del rico de esta parábola, con frecuencia fuera reservada para la realeza. Piénsese en la expresión púrpura real. Además de sus túnicas de púrpura, este hombre usaba ropas interiores de lino fino. Añádase a esto el hecho de que vivía día tras día con brillante esplendor, y se hace muy claro que lo enfatizado aquí no es tanto el que fuera rico, sino algo más.

No era rico solamente. Pertenecía a la clase de gente a la cual se aplica frecuentemente el epíteto “podrido en dinero” y no sin razón. El hecho de vivir día tras día en brillante esplendor lo señala como un ostentoso, un pavo real que le gusta pavonearse. Quería que todos supieran que era rico. Estaba enamorado... de sí mismo. Al seguir leyendo la parábola quedará muy claro que era completamente egoísta:

20, 21. Y cierto mendigo llamado Lázaro, cubierto de llagas, había sido echado a su puerta. El deseaba que el diesen las migajas que caían de la mesa del rico. Sí, aun los perros venían y le lamían las llagas.

Aquí está la prueba, la oportunidad para que el ostentoso opulento muestre si, después de todo, tiene un corazón. Un hombre muy, muy pobre, uno que lo necesita todo, está echado a la entrada (Cf Mt 26. 71; Hch 10. 17) de la mansión del rico, habiendo sido llevado hasta allí, lo cual evidentemente indica que no podía caminar.

Era un mendigo y su nombre era Lázaro (Cf. Jn 11. 2). Este nombre es latino y deriva del griego Lázaros (de Eleazaros), que por su parte, reproduce el nombre hebreo Eleazar, que significa “Dios ha ayudado”. Hay diferencias de opinión con respecto a la pregunta de si este nombre le fue dado sencillamente porque a medida que la historia se desarrolla (véase especialmente 16. 24), este hombre necesitaba un nombre, o si El Señor Jesús intencionadamente le dio este nombre con el fin de indicar que el mendigo en todas sus angustias ponía su confianza en Dios. ¿No podrían ambas cosas ser ciertas?

Lázaro no solamente era un mendigo, completamente incapaz de abastecer para sus propias necesidades, también estaba cubierto de llagas.

Aquí entonces había una oportunidad para que el rico petimetre mostrase misericordia, porque cuandoquiera que entrara o saliera por la puerta, no podía dejar de ver a Lázaro. Además, el mendigo deseaba comer las migajas que caían de la mesa del hombre rico. La parábola no dice que hubiera recibido estas migajas. ¿No deja la impresión esta omisión que debe haber recibido muy poco? Una cosa es cierta: el rico exhibicionista no prestaba atención al mendigo, ni lo ayudaba en forma alguna, sino vivía solamente para sí.

Lo que debe de haber hecho mucho peor la condición del pobre era que perros parias, inmundos y pestilentes tenían la costumbre de venir a él y lamerle las llagas.

22. Con el paso del tiempo murió el mendigo y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El hombre rico también murió y fue sepultado.

Por fin terminó la miseria del mendigo. Murió. Ni siquiera se menciona si fue sepultado. Si hubo un verdadero funeral, tiene que haber sido tan oscuro y triste que es mejor pasarlo en silencio. Por otra parte, lo que ocurrió al alma de Lázaro es de suma importancia. El -porque el alma del hombre o su espíritu es la verdadera persona- fue llevado por los ángeles al seno de Abraham.

Dos expresiones aquí merecen atención especial:

Ø En primer lugar los ángeles. Según la escritura,

Los ángeles son:

ü Asistentes de Cristo (2 Ts 1. 7), su gran jefe (Ef 1. 21, 22; Col 2. 10) Portadores de buenas nuevas respecto a nuestra salvación (véase sobre Lc 2. 14; 24. 4 - 7; Hch 1. 11; 1 Ti 3. 16).

ü Participantes del coro celestial (Lc 15. 10; 1 Co 13. 1; Ap 5.11, 12).

ü Defensores de los hijos de Dios (Sal 34. 7; 91. 11; Dn 6. 22; 10. 10, 13. 20; Mt 18. 10; Hch 5. 19; 2 Ts 1. 7 - 10; Ap 12. 7), aunque éstos tienen un rango más alto y los juzgarán (1 Co 6. 3; He 1. 14).

ü Ejemplos de obediencia (Mt 6. 10; 1 Co 11. 10).

ü Amigos de los redimidos, constantemente cuidándolos, profundamente interesados en su salvación y rindiéndoles servicio en todas formas, incluyendo la ejecución del juicio de Dios contra el enemigo (Mt 13. 41; 25. 31, 32; Lc 15. 10; 16. 22; 1 Co 4. 9; Gl 3. 19; 2 Ts 1. 7; He 1. 14; 1 P 1. 12; Ap 20. 1 - 3).

Ø En segundo lugar, el seno de Abraham.

El hecho de que Lázaro fuera llevado por los ángeles al seno de Abraham ciertamente demuestra que había hecho honor a su nombre. Mientras estaba en la tierra había puesto su confianza en Dios como su ayudador, y ahora Dios había ordenado a los ángeles llevar su alma al paraíso. El que había anhelado recibir las migajas y sobras ahora está reclinado a la mesa celestial, donde se celebra un banquete. Además, reclinarse en el seno de Abraham, del mismo modo que el apóstol Juan iba a reclinarse en el seno del Señor Jesús, indica el favor especial, como se ha mostrado en relación con Lc 14. 7; véase sobre ese versículo Véase también Jn 1. 18. En relación con esto no debiéramos olvidar que Abraham es considerado en la Escritura no solamente como el gran patriarca (He 7. 4) sino también como el padre de todos los creyentes (Ro 4. 11).

El rico también murió y fue sepultado. Debe haber sido un funeral espléndido Nótese el contraste significativo: nada se dice acerca de la sepultura del mendigo; por otra parte, aquí nada se dice acerca del alma del rico, qué le ocurrió en el momento de su muerte.

B. En la vida futura.

23, 24. Y en el Hades, estando en tormentos, levantó los ojos. Ve a Abraham a lo lejos, y a Lázaro a su lado. Y habló a gritos y dijo: Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua y me refresque la lengua, porque estoy en agonía en esta llama.

Se destacan algunos puntos:

a. El rico ostentoso se describe estando en el Hades. El punto de vista popular, según el cual la palabra Hades en todo el Nuevo Testamento es la morada de todos los muertos, creyentes e incrédulos es ciertamente incorrecto. En lo que respecta a los Evangelios lo siguiente es verdad:

En esta parábola, el Hades es claramente el lugar de tormentos y de llama. Es el infierno. De modo que infierno podría ser la traducción correcta de Hades en Mt 11. 23 y en Lc 10. 15, porque allí Hades se contrasta agudamente con el cielo y probablemente debe entenderse en el sentido figurado de completa ruina. En Mt 16. 18, el pensamiento bien podría ser que ni siquiera todos los demonios saliendo por las puertas del infierno podrán destruir la verdadera iglesia de Cristo.

b. La condición de los muertos y la comunicación entre ellos se representa en términos muy literales, terrenales, de modo que se crea una impresión muy vívida. Sin embargo, debe quedar claro que mucho de lo que aquí se dice no se puede interpretar literalmente. Por ejemplo, leemos acerca de levantar los ojos, ver la gente a lo lejos, de un dedo y una lengua, aun cuando se nos ha dicho que el rico había sido sepultado.

Sin embargo, esto no quita el hecho de que aquí se han presentado algunas verdades definidas acerca de la vida futura, una de las cuales es que los que han partido no están durmiendo sino plenamente despiertos; otra, que algunos se salvan y otros están sufriendo.

c. Si se entiende todo esto, habrá quedado claro que la gran verdad aquí enfatizada es que una vez que una persona ha muerto, siendo su alma separada de su cuerpo, su condición sea bienaventurada o condenada, queda fija para siempre. No hay tal cosa como una “segunda” oportunidad. Por lo tanto, las oportunidades para ayudar a los que están en necesidad, y, en general, de vivir una vida fructífera para la gloria de Dios deben ser aprovechadas ahora.

Estas observaciones preliminares debieran ponernos en guardia contra la interpretación literal de aquello que no debe ser interpretado así.

Teniendo todo esto presente, nótese que el hombre rico de la parábola aquí se presenta como estando en tormentos, una condición de la que no puede ser aliviado por el hecho de ver a la distancia a Abraham y a Lázaro a su lado. Con mucho respeto ahora se dirige al antiguo patriarca como “padre Abraham”, y le pide que se apiade de él. El rico mismo jamás había mostrado tal piedad cuando tuvo la oportunidad de demostrarla. Pide que Abraham envíe a Lázaro, para que éste, habiendo mojado la punta de su dedo en agua, le refresque la lengua del sufriente. “Estoy en agonía en esta llama”, dice.

Nótese la palabra llama. A través de la Escritura se dice que el infierno es un lugar de llamas o de fuego (Is 33. 14; 66. 24; Mt 3. 12; 5. 22; 13. 40, 42, 50; 18. 8, 9; 25. 41; Mr 9. 43 - 48; Lc 3. 17; Jud 7; Ap 14. 10; 19. 20; 20. 10, 14, 15; 21. 8). Este fuego no se puede apagar. Devora para siempre jamás.

Sin embargo, el infierno es también la morada de las tinieblas. Para algunos es el lugar de las “tinieblas de afuera” (Mt 8. 12; 22. 13; 25. 30). Es la región donde los malos espíritus están en “cadenas eternas bajo oscuridad” (Jud 6; cf. Jud 13).

Pero si el infierno es un lugar de fuego, ¿cómo puede ser también un lugar de tinieblas? ¿No son estos dos conceptos mutuamente exclusivos? Bueno, no siempre necesariamente, por ejemplo por medio de una cierta forma de radiación la gente ha sido quemada aun cuando estaba en una pieza oscura. No obstante, es aconsejable no especular. El fuego eterno ha sido preparado “para el diablo y sus ángeles”. Sin embargo, ellos son espíritus. Debe ser suficiente concluir de todo esto que palabras tales como fuego y tinieblas no deben ser tomadas en forma demasiado literal. Cada una en su propia forma indica los horrores de los perdidos en el lugar desde el cual no hay regreso.

Nótese que el carácter del rico no ha cambiado en lo más mínimo. ¡El todavía considera a Lázaro como su sirviente, y no tiene vergüenza de pedir un favor de la persona misma que nunca recibió un favor de su parte! Además, espera que Abraham envíe a Lázaro, aun cuando él, el ostentoso, nunca trató durante su vida en la tierra de imitar la fe de Abraham.

25, 26. Pero Abraham respondió: Hijo, recuerda que durante tu vida recibiste plenamente todas tus cosas buenas, y asimismo Lázaro (recibió) las cosas malas. Ahora él está siendo consolado aquí y tú estás en agonía y además de todo esto, entre nosotros y tú se ha fijado un gran abismo, para que los que quieran pasar de este lado a vosotros no puedan hacerlo y los que quieran pasar desde allá a nosotros (tampoco) puedan.

Abraham responde de un modo amistoso, y hasta lo llama “hijo” porque el hombre rico lo ha llamado padre a él. ¿Además, no era el sufriente un hijo de Abraham biológicamente hablando?

En su respuesta Abraham quiere indicar que por dos razones la petición no puede concederse: Concederla sería (a) impropio e (b) imposible.

Sería impropio, contrario a los requerimientos de la justicia; “durante tu vida recibiste... tus cosas buenas; es decir, las cosas que tú considerabas buenas, a saber, vistiéndote en púrpura y lino fino y viviendo en brillante esplendor día tras día. Aquellas cosas estaban en primer lugar en tu lista de prioridades”. Está implícito: ayudar al pobre Lázaro y, en general vivir una vida útil al prójimo y para la gloria de Dios no era de ningún modo tu objetivo. Ahora, por tanto, tú recibes lo que te corresponde. Por otra parte, Lázaro recibió las cosas malas, no sus cosas malas. Él no las provocó. (Por el contrario, le hizo honor a su nombre.) Ahora él está siendo consolado y así, nuevamente es como corresponde.

También sería imposible. Abraham dice al hombre condenado que hay un inmenso abismo, una garganta profunda -figura típicamente palestina, porque el país donde se presentó esta parábola tiene muchos de estos desfiladeros- que separa a los perdidos de los redimidos. Cruzar de un lado a otro es, por lo tanto, absoluta y eternamente imposible. Esta es una representación simbólica muy gráfica e inolvidable de la irreversibilidad de la suerte de una persona después de su muerte. El abismo tenía el propósito de hacer imposible el paso de un lado al otro.

27, 28. El respondió: Entonces te ruego, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, no sea que vengan ellos también a este lugar de tormentos.

Aquí, por primera vez en esta parábola, el hombre que antes fue rico revela aquí un poco de compasión. Pero aun este interés en otros podría haber estado mezclado con el interés propio. Quiere que se advierta a sus cinco hermanos para que ellos puedan quedarse fuera del infierno. La interpretación más favorable que uno puede dar a esta petición es que provenía del amor sus hermanos. Otras posibilidades que se han sugerido de parte de los expositores son: (a) está tratando de decir: “Si yo mismo hubiera recibido una advertencia, no estaría aquí hoy día”, y (b) no quiere que sus hermanos se unan a él por temor que ellos lo culpen por el mal ejemplo que les dio.

Como quiera que sea, nótese que aun ahora no está pidiendo algo en favor de la gente en general, sino solamente por sus cinco hermanos. ¡Y aun ahora él parece no poder quitarse la idea que Lázaro es su siervo!

29. Pero Abraham dijo: Ellos tienen a Moisés y a los profetas; que escuchen a ellos.

Este pasaje no siempre recibe la atención que merece. ¿Por qué lo insertó El Señor Jesús en la parábola? La razón obvia es que si el hombre condenado mismo hubiera solamente leído y recibido de corazón a Moisés y a los profetas, y si sus hermanos solamente hicieran lo mismo, no se perderían. ¿Por que no? ¿Cuál es el punto de esto? ¿No es este, que es precisamente en los libros de Moisés y en los escritos de Isaías, etc., que se elogia la vida que es exactamente lo contrario a la que había estado viviendo el hombre rico? Constantemente se está exhortando a la confianza en Dios, a la negación de uno mismo en favor de otros, a la bondad, a la ayuda a los necesitados, las viudas y los huérfanos, los humildes, etc. Para dar sólo unos pocos ejemplos:

Moisés: Gn 50. 21; Ex 2. 17; 22. 22, 25; 32. 32; Lv 19. 10; 25. 25 - 47; Dt 10. 18; 14. 29; 15. 4; 16. 11, 14; etc.

Los Profetas: Is 14. 32; 25. 4; 29. 19; 57. 15; Dn 4. 27; Am 2. 6, 7 4. 1; 5. 11, 12; Jon 4. 11; Miq 6. 8; Sof 3. 12; Zac 710, 11.

Además, tanto Moisés (Dt 18. 15, 18) como los profetas (Is 42. 3; cap. 53), ¿no señalan hacia adelante a aquel que se daría a sí mismo en rescate por muchos?

30. No, padre Abraham, contestó él, pero si alguien de los muertos va a ellos, ellos se convertirán.

¡Qué equivocado estaba! Realmente apareció alguien de entre los muertos al pueblo. Y su nombre era Lázaro (aunque no el Lázaro de la parábola). La historia se encuentra en Juan 11. ¿Resultó esto en que todos se convirtieran? De ningún modo. El resultado fue que los enemigos de Cristo planeaban dar muerte al Lázaro que había resucitado (Jn 12. 10), y estaban más decididos que antes a destruir al Señor Jesús (Jn 11. 47 - 50).

31. El le dijo: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán aun si alguien se levanta de entre los muertos.

El Señor Jesús resucitó de entre los muertos. Pero los que no quisieron creer a Moisés y a los profetas no se convencieron, y ciertamente no se convirtieron. Léase Mt 28. 11 - 15. La lección importante es esta: Acepta la Escritura como la Palabra de Dios y, por la gracia de Dios, vive la clase de vida que exige y que en la persona de Cristo ilustra. Cf. Ef 4. 32 - 5. 2.

De esta parábola hay que aprender una gran lección: ningún pecado, sea de omisión o de comisión, va solo: la cuerda que uno toca aquí, vibra allí. Discas un número en Nueva York, el teléfono suena en San Francisco.

Prs. Luis C. Ribón V. - Georgina C. de Ribón

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